Feb 13, 2018 | Sin categoría
Publicado en Diario La Ley, Nº 9138, Sección Tribuna, 13 de Febrero de 2018, Editorial Wolters Kluwer.
Como ya ha dicho un autor de reconocido prestigio en el ámbito penitenciario, NISTAL, Javier, Jurista del Cuerpo Superior de Instituciones Penitenciarias, (Eguzkilore, 26, 2012, p. 117-129) la finalidad resocializadora atribuida a la pena privativa de libertad en el art. 25.2 de la Constitución Española (LA LEY 2500/1978) (CE), tras la entrada en vigor de la Ley Orgánica General Penitenciaria (LA LEY 2030/1979), ha determinado un nuevo sistema de ejecución penal denominado de «individualización científica» en el que todas las decisiones que se toman tienen como único destinatario al recluso, «lo que conlleva dejar en segundo plano el delito cometido y el daño causado a la víctima, y primar, casi con exclusividad la idea de reinserción del sujeto autor del delito». Todo esto ha traído una concepción de la ejecución penal en la que los intereses del autor aparecen siempre en presunta incompatibilidad con los intereses de la víctima.
Pretendo en este artículo, al igual que NISTAL, no sólo afirmar la compatibilidad de una orientación restaurativa y reparadora de la justicia penal con los fines que legitiman la intervención del sistema penal, sino insistir en que «sin la intervención de la víctima en la ejecución penal no es posible el objetivo resocializador del delincuente». (ver igualmente RÍOS MARTÍN, Juan Carlos y otros en: La mediación penal y penitenciaria, p. 50, Ed. Colex).
Entendiendo que el derecho penal contribuye a una libre y segura convivencia en la sociedad, las teorías de la pena determinan las vías por las cuales puede alcanzarse este objetivo. Según múltiples autores, se pretende influir en los propios delincuentes (prevención especial) o en todos los miembros de la sociedad (prevención general) o, a través de ambas. Como otros muchos autores, creo que la inclusión del paradigma de la justicia restaurativa vincula los efectos preventivo-especiales y preventivo-generales, así como también los retributivos, con la satisfacción de los intereses de la víctima y de la sociedad.
Sin entrar a valorar en este artículo si el sistema penal ordinario es capaz de cumplir estas expectativas de garantía de una convivencia en sociedad libre y segura, creo que las finalidades, en cierta medida diferentes, de la justicia restaurativa, no cuestionan los fines del derecho punitivo.
Así, el proceso penal ordinario se centra en el esclarecimiento de los hechos y de quién ha cometido ese delito y en la imposición de una pena que se va a ejecutar. Una justicia penal compatible con los principios de la justicia restaurativa, a lo que irremediablemente venimos impelidos por la normativa europea, ya incorporada en parte a nuestro ordenamiento jurídico, y por la propia constitución (no nos olvidemos de la literalidad del art. 25.2 CE (LA LEY 2500/1978)), no centra su atención exclusivamente en el autor y su castigo, sino que ofrece un lugar igualmente importante y prioritario a la víctima. Y todo ello, no resulta incompatible, sino que ya viene siendo una realidad en nuestro sistema penal (art. 21.4.º (LA LEY 3996/1995) y 5.º CP (LA LEY 3996/1995), juicios rápidos con conformidad, suspensión de la pena etc.) y en nuestro sistema penitenciario.
Ahora en concreto paso a evaluar de qué manera las tradicionales finalidades de la pena pueden cumplirse debiendo añadirse los intereses de reparación del daño a la víctima producido por el delito.
Según afirma NISTAL el paradigma de la justicia restaurativa y «la protección de la víctima permite cumplir todos y cada uno de los fines de la pena. Sirve a la retribución porque entraña una obligación derivada del delito cometido, sirve a la prevención general positiva porque supone aceptar públicamente la vigencia de las normas ante la comunidad, contribuyendo al restablecimiento de la paz a través del respeto de dichas normas y sirve a la prevención especial porque el autor reconoce y se hace responsable del delito, reduciendo los perjuicios de la privación de libertad».
Entrando más al detalle, entendemos que sólo podrá cumplirse plenamente la finalidad de la pena relativa a la prevención general positiva, por la que la pena debe restablecer el orden perturbado y reforzar la confianza en el ordenamiento jurídico, si la pena se cumple en términos generales y si las víctimas ven satisfechos todos sus derechos e intereses legítimos, algo que sólo ocurre en el marco de la justicia restaurativa.
Los beneficios penitenciarios debería pasar obligatoriamente por un serio propósito del autor del hecho delictivo de arrepentirse, compensando a la víctima
Por su parte, y por lo que se refiere a la prevención general negativa, que se dirige a los potenciales infractores de la norma a quienes se trata de disuadir de la comisión de futuras infracciones mediante la aplicación efectiva de la pena a anteriores conductas delictivas, en la fase de ejecución de dicha pena, supone que los beneficios penitenciarios que se aplican de acuerdo a las circunstancias individuales del reo y referidas a la reinserción, «debería pasar obligatoriamente por un serio, firme y decidido propósito del autor del hecho delictivo de arrepentirse, compensando a la víctima, en la medida de lo posible del mal causado».
Por su parte y respecto de la prevención especial, siendo ésta la que procura influir en la personalidad concreta del infractor con el fin de modificar su actitud ante la ley y promover su adecuada reeducación y reinserción social, y la que se persigue fundamentalmente durante la ejecución de la pena, sin la intervención de la víctima no es posible este objetivo resocializador del delincuente, pues, como dice NISTAL, «la actitud de responsabilidad no se alcanza en abstracto, sino mediante la íntima ligazón con la víctima en concreto, como premisa para no generar otras víctimas en el futuro, es decir, para «tener la capacidad de vivir respetando la ley penal»».
Por último, respecto de la finalidad de retribución existe una parte de la condena, denominada «periodo de seguridad» en el que se introduce un margen de retribución, cuya medida es difícil de establecer, pero que en cualquier caso debería estar fuertemente influido por el proceso del autor de responsabilización frente a la víctima y la reparación del daño causado.
Según se recoge tanto en el trabajo de NISTAL como en el de RÍOS MARTÍN y otros, la reparación a la víctima, al menos en cuanto a la satisfacción de la responsabilidad civil, se configura cada vez más como un objetivo del proceso penal. Ese objetivo se relaciona con distintas posibilidades de disminución de la pena sin merma de las finalidades de la pena, como sucede en el caso de la suspensión, la sustitución, el tercer grado o la libertad condicional, expresando así su eficacia para disminuir la necesidad de la pena.
De acuerdo con NISTAL, la actividad reparadora a la víctima debe ser el cauce para solicitar los beneficios penitenciarios, la progresión de grado, los permisos de salida y en definitiva marcar todo el proceso de resocialización del delincuente que se lleva a cabo con el cumplimiento de la condena.
La asunción de responsabilidad y la reparación material y simbólica tienen incidencia sobre las finalidades de la pena anteriormente mencionadas. Como dice RÍOS MARTÍN y otros, p. 57 «Qué mejor confirmación de la vigencia de la norma —qué mejor «ejercicio de reconocimiento de la norma»— que la asunción de la norma infringida en un proceso dialogado entre infractor y víctima —con la participación de un modo u otro de la comunidad más cercana—, el reconocimiento de la persona de la víctima, de su dignidad y derecho a la indemnidad de sus bienes jurídicos de los que es titular y el reconocimiento del daño causado a la persona y, a través de él, a la colectividad».
Por su parte, y en relación con la prevención especial, según RÍOS MARTÍN, p. 59, «aparte de las funciones preventivo-especiales que cumpla la pena efectivamente impuesta, se suspenda posteriormente o no, el diálogo, sobre todo directo entre infractor y víctima, así como la imposición de reglas de conducta para posteriores relaciones, la asunción interior de la responsabilidad, el reconocimiento del daño concreto a una persona concreta mirándole a los ojos con el reconocimiento como persona que ello implica, el empoderamiento de la víctima que supone el proceso, la comprensión mutua, aumentan la eficacia preventivo especial de la sanción que se imponga o la consiguen al margen de la sanción o sin ella, disminuyendo el riesgo de reiteración delictiva y el riesgo de revictimización de la víctima. Estos efectos del encuentro dialogado y la reparación, inciden al margen de la pena que resulte en una menor necesidad de esta, desde una perspectiva preventivo-especial pero también preventivo general positiva y, precisamente por ello, sin merma de la finalidad preventivo general negativa de la norma penal, que no se ve afectada por una reducción de la pena en abstracto producida en otras condiciones».
En conclusión al respecto, según ha expresado NISTAL, Javier, «La reparación victimológica no debe considerarse un cuerpo extraño en el derecho penitenciario, antes al contrario, debe entenderse como una parte esencial del cumplimiento de la sanción penal impuesta. Las víctimas deben ser las protagonistas centrales del proceso de ejecución penal para conseguir la reeducación y reinserción social de los penados No cabe realizar un pronóstico favorable de comportamiento inicial y futuro del interno si no existe una modificación de su actitud ante el delito, o lo que es lo mismo ante la víctima. Podemos afirmar, que sin la intervención de la víctima en la ejecución penal no es posible el objetivo resocializador del delincuente».
De lo expuesto hasta ahora, pareciera que la resocialización del penado debiera pasar por la responsabilización por el delito cometido y por la reparación a la víctima. Pero dicha reparación debe ser posible tanto en los delitos que tienen una víctima concreta a la que se le han causado unos daños, como en los delitos en los que se carece de una víctima concreta.
La falta de víctima concreta se da en los delitos de riesgo, también llamados de peligro. En dichos delitos el Estado reacciona imponiendo el castigo penal no ante la causación de un resultado material de daño o lesión, sino ante el peligro de que ese daño material o lesión aparezca, o lo que es lo mismo, ante la probabilidad o la amenaza de la destrucción o menoscabo de aquello que quiere proteger, es decir, del bien jurídico protegido. Los delitos de riesgo o peligro suponen, por tanto, un adelantamiento de la barrera penal a momentos previos a la lesión. Ese peligro puede ir referido a bienes jurídicos individuales o colectivos.
Cuando el bien jurídico protegido es la salud pública, la víctima puede serlo toda la comunidad
Cuando el bien jurídico protegido es la salud pública, la víctima puede serlo toda la comunidad, pues sufre el impacto del delito. En estos supuestos la labor de responsabilización del delincuente no se realiza a través de un proceso de mediación, pero sí puede hacerse a través de otro tipo de proceso restaurativo en el que puedan participar miembros de la comunidad y/o personas que hayan sufrido las consecuencias del consumo de tráfico de drogas.
Esto, respecto de la responsabilización por el delito; y por lo que se refiere a la reparación del mismo, esta puede hacerse en igual medida frente a la comunidad compensando el daño causado por su delito.
En el marco del Programa de Justicia Restaurativa y Mediación Penal y Penitenciaria que la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE) viene desarrollando en un Centro Penitenciario de Madrid, se ha firmado un convenio de colaboración con la Asociación Bocatas Pasión por el Hombre, para que las personas penadas por un delito de tráfico de estupefacientes que están cumpliendo prisión por dicho delito, puedan, una vez que se han responsabilizado por el delito cometido tanto a nivel individual como colectivo, y debido a que no hay una víctima concreta frente a la que asumir dicha responsabilidad, pedir perdón y reparar el daño concreto causado por el delito, puedan por su parte reparar ese daño a la sociedad.
Hace unos meses una mujer condenada por un delito contra la salud pública y que se encontraba cumpliendo prisión, comienza a hacer un proceso interior de responsabilización por el delito de trafico de drogas cometido en su convivencia en prisión con personas drogodependientes. Por primera vez ella, persona que no había consumido nunca drogas de ningún tipo de sustancias estupefacientes se ve confrontada con la durísima realidad de los efectos de la droga en el ser humano.
Cuando entra en el centro penitenciario se victimiza respecto de su ingreso en prisión, además de no contar la verdad sobre el motivo por el que se encontraba en prisión ni a su familia de origen, ni a sus hijos.
Tras haber participado con la Asociación AMEE en un proceso restaurativo tanto individual, como grupal, en el que se ha producido paulatinamente, pero con absoluta certeza, la auto-responsabilización por el delito cometido, ha comenzado a participar con la Asociación Bocatas, de la mano con AMEE, en un programa de reparación del daño causado por el delito contra la salud pública por el que fue condenada. Todo ello ha sido posible primero en los permisos de salida que se le habían empezado a conceder como beneficio penitenciario y más tarde a través de salidas en el marco del art. 100.2 del Reglamento Penitenciario (LA LEY 664/1996), que permite la flexibilización del segundo grado para posibilitar un tratamiento específico que de otra manera no pudiera realizarse.
Su participación en este programa está consistiendo en lo siguiente: primero desde prisión con un permiso de salida, y después desde el Centro de Inserción Social esta mujer viene acudiendo a una parroquia en Madrid para preparar —como cocinera que es y ha sido durante su trayectoria profesional— la comida para aproximadamente 90 personas drogodependientes, todo ello en colaboración con un equipo de voluntarios de la mencionada asociación.
Una vez concluida la elaboración de la comida y en compañía de los restantes miembros de la asociación, esta mujer ha acudido a la Cañada Real de Valdemingómez —conocido lugar de compraventa y consumo de drogas tóxicas y estupefacientes— al reparto de dicha comida entre las personas drogodependientes que acuden cada viernes a recibir dichos alimentos de manos de los voluntarios de la Asociación Bocatas. Allí permanece hasta la medianoche, momento en que los miembros de la asociación vuelven a Madrid y desde ahí coge el tren de regreso a su casa, para regresar después en su día a prisión, hoy en día al Centro de Inserción social.
Miembros de la Asociación AMEE la hemos acompañado y hemos evaluado su estar y su presencia. Como evaluación de este tiempo en la Cañada Real hemos percibido a una mujer, gustosa de poder reparar el daño causado por el delito. Pese a que resulta difícil acudir al lugar y volver después a su casa, ha participado alegre en la preparación de la comida y en el reparto de la misma después, ya en la Cañada Real.
Esta mujer se ha incorporado bien al grupo de voluntarios que preparaban la comida, hablando sin reparos sobre el motivo de su acompañamiento, sobre el motivo por el que acudía a la preparación de la comida y con la alegría de saber y sentir que sus conocimientos como cocinera pueden aportar a la elaboración de los alimentos y de la comida que luego iba también ella a repartir en cajas de plástico a los drogodependientes.
En la Cañada Real ha vivido con mucho impacto la entrega de la comida a las personas drogodependientes. El aspecto de daño personal, deterioro emocional, físico y a todos los niveles que sufren las personas que se encuentra allí comprando droga, consumiéndola o incluso viviendo allí en tiendas de campaña o en la calle misma, ha impactado fuertemente en ella. También le ha impactado el ansia o la necesidad imperante de esas personas por la comida que se les entregaba, así como el flujo grande de personas que parece que esperan a que llegue el viernes, porque saben que ese día comerán algo sólido y caliente.
Esta mujer expresa respecto de su propia responsabilidad por el delito contra la salud pública cometido, que es «incluso más grave que un delito contra las personas cometido de manera puntual», porque según ella expresa «el delito que ella ha cometido daña paulatinamente a la persona, daña poco a poco su integridad tanto física, afectiva y a todos los niveles, produciendo unos daños irreversibles en la mayoría de los casos y que impiden que un ser humano vuelva a recuperar su estado vital y emocional anterior al consumo de drogas». En ella —como en otros casos similares— se desarrolló un «juez interior» muy castigador que reacciona en muchas ocasiones de manera incluso desproporcionada por el delito y el daño causados.
Se siente muy agradecida por estar pudiendo tener la oportunidad de reparar en alguna medida el daño causado. Sabe que la vivencia interior de arrepentimiento y la exterior de acompañamiento a las personas consumidoras de drogas tóxicas no se borrará nunca de su conciencia, deseando seguir aportando a compensar con su trabajo y su presencia, el daño causado.
A día de hoy, hecho un largo proceso al respecto, no sólo su entorno conoce la verdad de su delito, sino que con orgullo y determinación lleva a sus hijos mayores en sus salidas de permiso y de desarrollo del programa de tratamiento, tanto a la preparación de los alimentos al lugar en el que los elaboran, como a la Cañada Real a su reparto a las personas drogodependientes.
Nosotros seguiremos acompañándola en este camino interior y exterior de reparación del daño causado. Desde la Asociación AMEE consideramos que sería conveniente a los efectos de una reparación interior integral y de una reparación exterior la permanencia en el proyecto durante varios meses.
Entendemos que, de cara a que se produzca tanto la reparación interior por el daño causado, reparación de su propia dignidad como persona, así como la reparación a la sociedad por el daño cometido, el acudir los viernes al trabajo con Bocatas no debería ser algo «circunstancial» o «anecdótico» en su vida, sino que por el contrario pudiera tener un peso importante en su vida presente, así como en su vida en general.
La reparación interior por el daño causado se colma cuando la persona con su propio «sacrificio», con la propia consciencia, puesta en aquello que le cuesta hacer, porque cuesta ir a preparar comida para 90 personas, mientras podría estar con sus hijos que la necesitan, porque cuesta ir hasta allí, pues económicamente tiene que pagar un importe para trasladarse, y cuesta estar entregando los alimentos a las personas drogodependientes, que en unas ocasiones son más agradables contigo y otras menos, porque es de noche cuando se va allí, porque hace frío… porque vuelve por la noche tarde a su casa después de coger un tren que tarda en llegar.
Todo eso, entendemos que deja una huella de consciencia y de esfuerzo que se transformará en virtud desarrollada y que no se borrará fácilmente, pero que requiere que ese proceso vaya calando poco a poco, y para ello se necesita tiempo. Tiempo para que el proceso de reparación sea interior y exterior.
Nosotros creemos en la reparación interior de la dignidad de la persona que ha causado un daño con el delito cometido. Esa reparación interior sucede cuando uno, visto y siendo consciente del daño causado, tiene la sensación de haber podido «compensar» ese daño. Entonces uno puede volver a recobrar su dignidad.
Con todo ello, y volviendo al convencimiento expresado al inicio de este artículo de que la justicia restaurativa lejos de ser un impedimento para la consecución de las finalidades del derecho penal, es un paradigma impulsor de ello, podemos concluir que en este caso concreto tanto las finalidades de prevención general de la pena, como aquellas propias de la prevención especial, y de retribución, se cumplen en la ejecución de la pena concreta siendo reparada, además la víctima del delito que es la sociedad en su conjunto, a través del cuidado concreto a las personas drogodependientes.
Pilar GONZÁLEZ RIVERO
Presidenta de la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE)
Jurista y mediadora
Nov 21, 2017 | Sin categoría
Una experiencia en el Centro Penitenciario de Madrid I (Mujeres)
Publicado en Diario La Ley, Nº 9085, Sección Tribuna, 21 de Noviembre de 2017, Editorial Wolters Kluwer.
Al comenzar a escribir este artículo y a la hora de plantear su enfoque y su estructura, me doy cuenta de cuántos buenos artículos se han escrito ya sobre Justicia Restaurativa y sobre Mediación Penal y Penitenciaria. Y muchos de ellos, han sido escritos por personas que llevan ya mucho tiempo investigando sobre el tema e impulsando proyectos pioneros en España.
Es por ello, que me propongo enfocar este artículo desde la parte de la Justicia Restaurativa que más nos mueve en estos momentos como asociación y que está más conectada con la experiencia vivida y que seguimos viviendo a nivel personal desde el Programa de Justicia Restaurativa y Mediación Penal y Penitenciaria que venimos desarrollando desde la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE) en el marco del Convenio de Colaboración con Instituciones Penitenciarias y la Fundación Wolters Kluwer en el Centro Penitenciario de Madrid I (Mujeres).
A la vez, deseo partir del horizonte desde el que creemos que debe contemplarse la mediación en el ámbito penal y penitenciario, que no es otro que el de la Justicia Restaurativa. En esa línea entendemos con Julián Ríos Martín por Justicia Restaurativa, en sentido amplio, «la filosofía y el método de resolver los conflictos que atienden prioritariamente a la protección de la víctima y al restablecimiento de la paz social, mediante el diálogo comunitario y el encuentro personal entre los directamente afectados, con el objeto de satisfacer de modo efectivo las necesidades puestas de manifiesto por los mismos, devolviéndoles una parte significativa de la disponibilidad sobre el proceso y sus eventuales soluciones, procurando la responsabilización del infractor y la reparación de las heridas personales y sociales provocadas por el delito».
La mediación que puede tener lugar en cualquier momento del procedimiento penal, también puede llevarse a cabo en la fase de ejecución de la sentencia y, en concreto, durante la estancia del infractor en el centro penitenciario en el que se esté cumpliendo condena.
La Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE), tiene como objetivo fundamental el acercamiento de las personas que viven un conflicto a través de las herramientas de la Justicia Restaurativa, de la Mediación, de la Comunicación No Violenta, y de los Círculos Restaurativos. Y ello, tras haber experimentado y vivido los cambios profundos que se producen cuando en un conflicto sus intervinientes se expresan de manera honesta, compartiendo sus necesidades vitales sustanciales, y son escuchados de manera empática.
En concreto, a día de hoy, AMEE se encuentra trabajando en el Centro Penitenciario de Madrid I (Mujeres), implantando un Programa de Justicia Restaurativa y Mediación Penal y Penitenciaria, con el que se pretende el acercamiento a todo el entorno del centro penitenciario, del paradigma de la Justicia Restaurativa.
Dicho programa surge como respuesta al siguiente planteamiento: ¿Cómo preservar el bien común frente a las personas que, por diversas circunstancias, han ocasionado un daño y tienen capacidad de seguir causando daño? El género humano sólo ha dado, hasta el momento, con una fórmula: la cárcel.
A partir de ahí, las instituciones penitenciarias cumplen una función clave, que no es sólo la de recluir a estas personas, sino también rehabilitarlas y reinsertarlas en la sociedad, mandato que emana de nuestra Constitución, debiendo promover activamente que aquello que llevó al comportamiento delictivo no vuelva a ocurrir.
Cualquiera que haya tenido experiencia de trabajo en centros penitenciarios ha podido percibir lo complicado que es hacer realidad este objetivo de una rehabilitación integral de la persona. Más aún, en no pocas ocasiones, la cárcel deja un poso, mayor aún del que se tiene al entrar, de auténtico resentimiento social.
Esta reacción tiene lógica cuando la respuesta de las instituciones públicas a la comisión de un delito se limita exclusivamente a la represión y la reclusión. Si bien esta forma de ejercer la fuerza coercitiva es perfectamente legítima —o al menos legitimada por nuestro ordenamiento—, no deja de constituir una forma de violencia que en la medida en que se quede sólo en eso (reclusión) , soslaya este otro deber constitucional de contribuir a la rehabilitación. Dicho esto, es de justicia reconocer que la mayoría de las veces, lejos de por mala fe o falta de voluntad, este fenómeno se da por frustración, insuficiencia de recursos y definición demasiado limitada y muy apegada a los modos tradicionales de hacer, de los esquemas clásicos de trabajo con los reclusos.
En este difícil contexto, la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE) desarrolla un Programa de Justicia Restaurativa y de Mediación Penal y Penitenciaria que promueve, entre otros, la responsabilización por el delito cometido, la reparación a la víctima y el encuentro con ésta, todo ello, atendiendo, como decíamos anteriormente, al mandato constitucional de la reeducación y la reinserción social, como finalidades de la pena privativa de libertad.
¿Puede el Estado exponer un rostro humano, profundamente humano, en un entorno de reclusión? ¿Puede hacerlo sin ingenuidad, sin soslayar todo lo que implica, y debe implicar, la prisión, con herramientas concretas que aporten transformación real a las personas en su manera de concebir las relaciones libres y entre iguales, pero también responsables, que implica la convivencia en sociedad?
La asociación AMEE cree haber acertado con una metodología, útil y transformadora, partiendo de una reeducación en la forma de relacionarse la interna consigo mismo y con los demás, basada en unas pocas premisas entorno a la Justicia Restaurativa, a la Mediación, a la Comunicación No Violenta y a los Círculos Restaurativos. Experimentamos que otra forma de hacer es posible, no desde el mandato, la orden, la Ley, sino desde un cambio de consciencia, más afín, más sensible, más consciente sobre uno, pero también sobre lo otro y los otros.
AsAMEE parte de la premisa de que el delito es fruto de una elección equivocada del modo concreto en que se decidió colmar una necesidad humana. El autor o la autora de los hechos delictivos colmó una necesidad humana (en las más ocasiones una necesidad que, por netamente humana, es al mismo tiempo universal) de una manera equivocada que dañó a la víctima, a la sociedad, a su propio entorno personal y familiar y a sí mismo. Todo ello, como consecuencia de una percepción distorsionada de cómo uno debe enfocar su relación con el entorno, en la que se anula toda consideración previa sobre la víctima, a la que no se ve.
El objetivo de nuestro trabajo como asociación es, por un lado, escuchar las necesidades profundas desde las que se actuó, incluso, desde las que se cometió el delito, legitimando la necesidad última que le llevó a actuar, sin que legitimemos, sin embargo, la manera concreta en que esa persona actuó causando un daño a terceros a su alrededor.
Por otro lado, en ese camino deseamos mostrar al infractor de los hechos, que, más allá de sus daños personales y frustraciones vitales, esas que probablemente están en la base de lo que le llevó un día a la comisión del delito, hay otra parte de la realidad, que son los otros, con sus propias historias, necesidades y heridas, desde su raíz humana y necesitada. Se trata de que el autor del delito empatice con el sufrimiento profundo provocado por su actuar en la víctima de su delito. Pero no desde una culpabilidad que bloquea y autodestruye, sino desde una plena empatía, por fin autoconsciente, desde la que sólo puede manar un deseo profundo de reparación, de lo propio roto y de lo roto en lo ajeno.
Ese proceso de descubrir la humanidad «del otro lado», más allá de las necesidades propias, y ese proceso de descubrir que compartimos necesidades por el hecho de ser seres humanos, puede ser la mejor contribución para que la persona re-elabore desde la misma raíz de lo que un día hizo y comprenda, en definitiva, que otro modo de colmar las necesidades es posible, así como de estar y de relacionarse en sociedad. El método de trabajo es, fundamentalmente, la escucha profunda, la escucha empática, para con uno mismo y con los demás, trabajo que se puede poner en práctica en todas las relaciones cotidianas en su entorno, hoy por hoy el carcelario, mañana, el de su hogar, su trabajo, su familia, la calle otra vez.
No hablamos del respeto por el respeto, como mandato, sino del respeto que emana de la transformación interior provocada por la escucha primero a uno mismo, y después con la empatía con el ser del otro, su sensibilidad, su fragilidad, su daño y su necesidad, haciendo también un sincero y exhaustivo trabajo para entender y explicar la propia necesidad en las situaciones cotidianas, desterrando todo atisbo de violencia, de imposición, verbal y no verbal, por muy legítima que sea la propia necesidad.
Hace unos años, al comenzar con el programa de Justicia Restaurativa y Mediación, lo hicimos desde la perspectiva de la resolución de conflictos dentro del ámbito penitenciario. Desde ahí, pretendíamos, como objetivo primordial, la pacificación de los conflictos dentro del centro penitenciario, conflictos, que tienen lugar entre los internos y que pueden dar lugar, incluso, a activar la vía disciplinaria, con las consecuencias muy negativas que esto puede tener para ellas.
Con todo ello se pretende contribuir a una mejor convivencia dentro del centro penitenciario, así como a dotar a las internas de herramientas para la resolución de conflictos cuando adquieran la libertad, sin que pasen por la vía de la violencia en cualquiera de sus versiones.
Igualmente se trabaja la mediación con las familias de las internas cuando las circunstancias vitales así lo requieren. Todo ello, con el objetivo de cuidar el entorno al que vuelve la persona cuando haya cumplido la pena que se le haya impuesto, pues en ocasiones el entorno familiar ha podido verse afectado por distintas circunstancias relacionadas con el delito o con la vida en prisión.
Los «Encuentros Restaurativos» permiten a la víctima expresarse respecto del daño y sufrimiento vividos por el delito cometido y que la autora del delito se responsabilice ante la víctima por los hechos cometidos
Por su parte, y por lo que se refiere a la Mediación Penal, los objetivos primordiales del programa se refieren a dos ámbitos concretos: Por un lado, la Asociación tiene como objetivo la consecución de «Encuentros Restaurativos» entre las internas del centro, mujeres que cometieron un hecho delictivo, y las víctimas de sus delitos. Entre los objetivos de esos encuentros está, que la víctima pueda expresarse respecto del daño y sufrimiento vividos por el delito cometido, y ello, no ante cualquier persona, sino ante la autora de ese daño. Además de ello, otro de los objetivos de dichos encuentros, radica, como decíamos antes, en que la autora del delito se responsabilice ante la víctima por los hechos cometidos, empatice con el dolor causado y procure desde ahí una reparación del daño causado, acaso únicamente una reparación moral o emocional, pero inequívocamente de un valor incalculable en términos de reparación social y prevención de la reincidencia.
También se desarrollan desde el Programa los «Encuentros Restaurativos» cuando no existe una víctima concreta del delito cometido. Ello, por ejemplo en los delitos cometidos contra la salud pública, dónde también a la infractora le suele costar más asumir una responsabilidad por el daño causado, entre otros factores, porque no es capaz, inicialmente, de encontrar una víctima concreta de sus hechos.
Por lo que se refiere al desarrollo de nuestro programa, pero sobre todo en su comunicación a la sociedad, frecuentemente nos encontramos a nuestro alrededor cierta incomprensión y desesperanza cuando intentamos compartir el sentido del proyecto que nos impulsa. Y ello, pues en muchas ocasiones, se parte de la base de que el ser humano no cambia, no es capaz de modificar su estructura de conciencia y su comportamiento, y desde ahí se considera que cuando un ser humano ha cometido un delito y ha causado un daño, debe pagar por ello y asumir las consecuencias del mismo.
La justicia ordinaria se ocupa de determinar si, de acuerdo a la verdad plasmada en el proceso penal, la persona imputada por unos hechos efectivamente los ha cometido, y si así fue, se le impone una pena por ello. Y eso debe seguir siendo así, para salvaguardar la convivencia pacífica en sociedad.
A la vez, en ocasiones se olvida que una de las finalidades constitucionalmente reconocidas de la pena privativa de libertad es la reeducación y reinserción de la persona a la que se le impone dicha pena. Pero no toda la sociedad olvida ese mandato constitucional, que no es otra cosa que un «mandato» lleno de humanidad y de sabiduría, no sólo para con el autor del delito y a quién se le impone dicha pena, sino también para con la víctima del delito y la sociedad en su conjunto.
Ya otros lo hicieron antes que nosotros, y gracias a su vivencia confiamos en el camino, todavía largo, que resta hasta que se produzca el Encuentro Restaurativo entre la autora de un delito y la víctima del mismo en el programa que venimos desarrollando en el Centro Penitenciario de Madrid I (Mujeres).
¿En qué creemos? ¿Qué es lo que nos impulsa en última instancia a permanecer en un proyecto que la sociedad recientemente comienza a ver, aunque todavía sólo muy incipientemente a apoyar (en todos sus sentidos)?
Con palabras de José Luis Segovia Bernabé (licenciado en Derecho, en ciencias empresariales, en criminología y en teología moral, además de doctor en teología pastoral, impulsor y pionero de la Justicia Restaurativa en España y hoy en día Vicario de Pastoral Social y de innovación de Madrid) en toda crisis humana hay siempre un Kairós, un tiempo repleto de momentos trascendentes, de hechos que marcan fuerte el camino personal de cada uno, eso que algunos denominan destino y que en determinados momentos nos hizo tomar decisiones importantes.
Como también dice José Luis Segovia Bernabé: «El presupuesto antropológico del tiempo carcelario como kairós es el principio de perfectibilidad humana. Este consiste en la innata capacidad humana para mejorarse a sí mismo. Sin él no habría aprendizaje posible, la enseñanza, la transmisión de la experiencia, serían tareas inútiles. En último término, correlaciona con el principio de responsabilidad (…) y encuentra su fundamento último en la dignidad de la persona. Por eso, el ser humano es capaz de reconducir su vida, de retomar el rumbo frenético en el que le han introducido las circunstancias de la vida, de romper con toda suerte de espirales deterministas, adicciones sin salida aparente, patologías sin cura y hacerse conductor responsable de su propia existencia».
Tan importante como que alguien pueda cambiar, es la concurrencia de un facilitador casi imprescindible: alguien que crea en la recuperabilidad de la persona y tenga la audacia de apostar comprometidamente por ello.
Desde esta perspectiva, el mediador acompaña a la infractor/a primero, y a la víctima más tarde. Al infractor le acompaña en ese proceso largo interior de recuperación de la dignidad como ser humano, además de ello, le acompaña en el proceso interior de responsabilización por el daño causado y de reparación de las heridas personales de la víctima.
La persona del infractor revive, reactiva, vuelve a mirar de frente su propia dignidad durante el largo proceso interior de toma consciencia y de arrepentimiento del daño causado. Esa dignidad, además, se ve igualmente reflejada primero con la mirada de los acompañantes en el proceso y, después, si el encuentro restaurativo tuviera lugar, en la mirada de la propia víctima del delito.
La herramienta privilegiada al servicio de la resolución de los conflictos y de la reinserción social es el encuentro personal, mutuamente personalizador
Naturalmente, todo ello ha sido constatado desde nuestra experiencia personal, creyendo que la herramienta privilegiada al servicio de la resolución de los conflictos y también de la reinserción social, capaz de minimizar la desesperanza del infractor, por un lado, y de la sociedad por otro, no es otra que el encuentro personal, mutuamente personalizador.
Por eso, creemos que la persona del acompañante es una figura determinante durante el «kairos» que puede tener lugar en la persona durante su vivencia en prisión. Como recuerda José Luis Segovia Bernabé, el acompañante es tanto más capaz de aportar a obrar el milagro de la recuperación de la persona, cuanto de manera más creíble y comprometida pueda decir: «Tú me importas y estoy dispuesto a comprometerme contigo». Todo ello, sin esperar nada concreto.
Somos testigos de que ese encuentro de personas puede romper los pronósticos más sombríos y permite reescribir historias vitales, historias de responsabilización moral e integración social que nos estimulan a continuar en el proyecto pese a la frustración que vivimos en algunos momentos y a la incomprensión que sentimos en algunos entornos.
Y en ese camino de compromiso personal como miembros de la asociación AMEE hemos acompañado en los últimos tiempos a distintas mujeres en su proceso de responsabilización por el delito cometido y en el proceso de reparación del daño causado.
En concreto, hemos realizado dicho acompañado con autoras de delitos violentos contra las personas y que han causado daño profundo a las víctimas de sus delitos.
En esos procesos interiores de responsabilización resulta altamente llamativo cuán grande es la necesidad de pedir perdón. Y es que, cuando uno ha comprendido y «visto» el daño causado, cuando uno ha sido capaz de darse cuenta del daño en toda su dimensión, tiene la necesidad de compensar aquél daño, de reparar a la víctima, de aportar a la sociedad con bien. Una necesidad inconsolable de que la víctima de su delito deje de concebir al autor como un monstruo, una sed irrefrenable de recuperar el propio rostro humano frente a la mirada asustada e implacable de quien fue su víctima. Ayudar a que pueda ser recuperada la propia dignidad perdida por el crimen cometido desde la mirada de aquel a quien ofendí y maltraté.
Cuando uno se da cuenta del daño causado, necesita decirse a sí mismo y a los demás que esa persona que actuó dañando es mucho más que sólo eso, es mucho más que el autor de un delito, mucho más que una persona interna ahora en un centro penitenciario por el delito cometido. Necesita mostrarse a sí misma y a los demás, a la víctima y a la sociedad, que es un ser humano digno, un ser humano que se equivoca, que se arrepiente por el daño causado, porque lo ha visto y que pide perdón por ello. Y que además tiene la necesidad profunda de compensar ese daño en la medida de sus posibilidades. Ello puede ser pagando la responsabilidad civil, y de cualquier otra manera que tenga sentido para ambas partes.
Cuando el delito que se ha cometido no tiene víctima concreta, por ejemplo, porque se ha cometido un delito contra la salud pública, la responsabilización por el delito cometido sucede igualmente a nivel interior. Diferente es, únicamente, la manera de reparar el daño causado. En estos delitos sin víctima concreta hemos abierto vías de reparación que pasan, como siempre, por aportar un bien a aquél entorno al que se causó daño.
Hemos trabajado en el proceso interior de responsabilización con mujeres que han cometido delitos contra la salud pública. La sola vida en prisión, conviviendo con personas consumidoras de drogas tóxicas o estupefacientes les ha llevado a algunas de ellas a ver el deterioro que estas sustancias producen en el ser humano, los severos daños que causan y la irreversibilidad de un alto número de dichas lesiones.
El haber conocido esa realidad del mundo de la droga en prisión, algo que muchas desconocían, les ha llevado al proceso interior de responsabilización y de arrepentimiento por el daño causado.
Estos procesos que se siguen con las mujeres infractoras evitan en gran medida la reincidencia, y no puede haber mayor valor e interés social que procurar que el delincuente no reincida, no tanto por miedo a la consecuencia penal, sino por encontrar el delito ya como incompatible con su nuevo esquema de valores y su reencontrada empatía con los otros y con el valor de la propia dignidad.
¿Qué le impulsa a una mujer presa a responsabilizarse por el delito cometido y a desear pedir perdón por ello? Desde la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE) hemos hecho una primera experiencia que consideramos representativa de lo que sucede en un ser humano (consciente) tras la comisión de un hecho delictivo.
Traemos aquí algunos testimonios vitales de las participantes en el proceso: Nos escribe A.M.P. autora de un delito contra el patrimonio y contra las personas (utilizo en este caso sus iniciales aunque ella no tiene inconveniente alguno de que se sepa su identidad): «En mi caso, YO era YO… la única víctima. Pero no fue así y de no ser por vosotros, no lo hubiese podido ver». «De pensar que yo era la única «víctima» de mi encierro en prisión…. he pasado a darme cuenta de que estar presa no es lo peor que le puede suceder a una persona. Hay más víctimas en mi delito: mi madre y, por supuesto, la verdadera víctima del delito. Tengo que luchar (gracias a la fuerza que me habéis dado) por repararles a ellos el daño causado porque considero, AHORA, que ambos son las principales víctimas». A mi ingreso en prisión «sencillamente no pensaba en la víctima del delito». La víctima era YO: «Ese era mi único pensamiento. Gracias a este taller ahora pienso: A mí me condenaron a prisión, pero qué libertad con la que se quedó aquel hombre….Perdió su trabajo de asalariado para dar de comer a su familia y, además del trauma que sufrió ¿pudo recuperarse de sus heridas? Esa sí que fue una condena….».
A.M.P. desea encontrarse con la víctima de su delito, desea pedirle perdón y reparar, en la medida de lo posible, el daño causado. «Ahora, (…) me he dado cuenta de que «mi situación» había ido dejando muchas más víctimas en las que pienso continuamente…. Y por las que rezo, pues soy creyente, cada noche… y a las que ansío reparar, cuanto antes, el daño causado. Creo que de la «Ana rabiosa» que entró, me he convertido en la «Ana deseosa de hacer el bien… y cuanto antes». «Ansío que llegue ese momento de encuentro para que haya un ‘perdón’ que me arranque la «losa» que sabéis que he llevado tanto tiempo dentro de mí; sentir «confianza» y «credibilidad» por su parte… mirarle a los ojos, contarle la verdad de lo que ocurrió y que él me mire, que pueda saber qué paso antes, durante y después, me crea … y que me perdone, por favor…».
Por otro lado, B.P. autora de un delito contra la salud pública, nos dice: «Este proceso me ha hecho ver que soy una mujer que un día se equivocó, pero que aunque no se puede borrar el pasado, se puede vivir sin que esa culpa te haga tanto daño; me ha ayudado a aceptar la realidad, sobre todo, a ver un camino de luz. Cuando todo estaba realmente oscuro, me ha ayudado a valorarme y a sacar la negatividad de mi vida».
¿Qué ha supuesto este proceso para ti en la visión que tenías del delito que habías cometido? «Considero que ha sido muy bueno. Reproducirme a mi misma paso a paso mi delito, ha supuesto aceptar mi error que aunque ya lo tenía asumido, yo me sentía muy mal. Y ahora sé lo que he hecho, pero también sé que nunca lo tengo que olvidar, y sobre todo sé que necesito restaurar ese daño que hice de algún modo y sé que será muy positivo para mi vida».
¿Qué ha supuesto este taller para ti en la visión que tenías y que tienes ahora de la víctima del delito? «Yo la visión que tenía es que había hecho un daño irreparable a las personas que consumían drogas. Ahora la visión que tengo es que el daño ya está hecho, pero puedo ayudar de alguna manera a personas para que esto no sea tan doloroso para mí; ahora veo la forma de reparar de alguna manera eso que me hacía sentirme tan mal, de reparar para que el daño no sea tan grande».
¿Qué sientes cuando te planteas la posibilidad de repara el daño causado? «Siento una emoción positiva para mí, me siento con muchas granas de aportar algo bueno a la sociedad, de ayudar, de intentar cosas buenas para mí y para los demás, me encantaría ayudar a jóvenes drogodependientes. Lo haré. Es una asignatura pendiente en mi vida por poco tiempo».
¿En qué medida, si hubiera sido así, te ha ayudado este taller a afrontar tu vida, tu presente, tu futuro inmediato y más a largo plazo? «Me ha ayudado muchísimo a poder vivir sin ese sentimiento de culpa que me tenía paralizada por el daño causado, y me ha infundido valor y coraje para afrontar mi futuro sin miedo, a plantearme resarcir el daño causado y eso es algo que me hace sentir muy bien».
Y son estos testimonios, como parte muy menor dentro de lo que vivimos en el desarrollo del proyecto, lo que nos hace seguir adelante. Y no sólo eso, sino también el poder acompañar más adelante, cuando el momento haya llegado, a las víctimas concretas de estos y otros delitos. Ese acompañamiento intuimos que tampoco será sencillo, pero nos anima, entre otros, la experiencia vivida por otros proyectos pioneros en España, a los que desde aquí nuevamente mostramos todo nuestro reconocimiento y agradecimiento.
También nos anima el programa que ya ha comenzado a ser realidad con las víctimas de los delitos contra la salud pública. Y es que, B.P. en sus permisos de salida ya ha comenzado a reparar el daño causado aportando parte de su tiempo de salida de prisión a cocinar y a acompañar en el reparto de alimentos a personas drogodependientes de la mano de la Asociación Bocatas-Pasión por el Hombre en la Cañada Real de Valdemingómez, lugar al que cada viernes desde hace muchos años acude esta asociación en el acompañamiento de las personas drogodependientes. Y allí B. P. está vivenciando en primera línea el daño profundo que la droga causa en las personas.
Y es que es muy alentador despertar cada día con la confianza y la vivencia puesta en que en el kairós el ser humano desde su «perfectibilidad» y desde el sentirse acompañado, es capaz de conectar con su ser y renacer a la vida aportando bien, como necesidad humana sustancial.
Pilar GONZÁLEZ RIVERO
Presidenta de la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE)
Nov 3, 2016 | Sin categoría
El horizonte desde el que creo que debe contemplarse la mediación en el ámbito penal y penitenciario es la Justicia Restuarativa.
Entiendo con Julián Ríos Martín por Justicia Restaurativa, en sentido amplio, “la filosofía y el método de resolver los conflictos que atienden prioritariamente a la protección de la víctima y al restablecimiento de la paz social, mediante el diálogo comunitario y el encuentro personal entre los directamente afectados, con el objeto de satisfacer de modo efectivo las necesidades puestas de manifiesto por los mismos, devolviéndoles una parte significativa de la disponibilidad sobre el proceso y sus eventuales soluciones, procurando la responsabilización del infractor y la reparación de las heridas personales y sociales provocadas por el delito”.
Desde esta perspectiva, el mediador acompaña al infractor y a la víctima en ese proceso de responsabilización del infractor y de reparación de las heridas personales de la víctima, así como en el proceso de recuperación de la dignidad como ser humano del infractor, dignidad que le es devuelta, de alguna manera, en ese encuentro restaurativo por la víctima del delito.
La mediación, que puede tener lugar en cualquier momento del procedimiento penal, también puede tener lugar en la fase de ejecución de la sentencia y, en concreto, durante su estancia en el centro penitenciario en el que esté cumpliendo condena.
La Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE), asociación sin ánimo de lucro que nació en Madrid en julio de 2013 tiene como objetivo fundamental la mediación en conflictos con las herramientas de la Comunicación No Violenta, y los Círculos Restaurativos. Y ello, tras haber experimentado y vivido los cambios profundos que se producen cuando en un conflicto sus intervinientes se expresan de manera honesta, compartiendo sus necesidades vitales sustanciales, y son escuchados de manera empática.
En concreto, a día de hoy, AMEE se encuentra trabajando en el Centro Penitenciario de Madrid I (Mujeres), implantando un Programa de Justicia Restaurativa y Mediación Penal y Penitenciaria, con el que se pretende que todo el entorno del centro penitenciario viva el paradigma de la Justicia Restaurativa.
Los objetivos primordiales del programa se refieren a dos ámbitos concretos: Por un lado, la Asociación tiene como objetivo la consecución de “Encuentros restaurativos” entre las internas del centro y las víctimas de sus delitos que se encuentran en el exterior. En esos encuentros la víctima podrá expresarse respecto del daño y sufrimiento vividos por el delito cometido, algo que es recogido por la interna autora de ese daño. Además de ello, la interna autora del delito también se expresa y responsabiliza por los hechos cometidos, y procura igualmente una reparación del daño causado.
Y, por otro lado, pretendemos, también como objetivo primordial, la pacificación de los conflictos dentro del centro penitenciario, conflictos, que tienen lugar, sobre todo, entre las internas, conflictos que pueden dar lugar, incluso, a activar la vía disciplinaria, con las consecuencias muy negativas que puede tener para las internas.
Con todo ello se pretende aportar a la mejor convivencia dentro del centro penitenciario, así como dotar a las internas de herramientas para la resolución de conflictos cuando adquieran la libertad, sin que pasen por la vía de la violencia en cualquiera de sus versiones.
Oct 5, 2016 | ESCUCHA
Llevamos tiempo acudiendo a la cárcel de mujeres de Alcalá Meco, Madrid I, desarrollando nuestro programa de Justicia Restaurativa y Mediación. Una de nuestras iniciativas son las formaciones que ofrecemos a las internas sobre mediación y resolución de conflictos siguiendo el modelo de Marshall Rosenberg, Comunicación NoViolenta. En el desarrollo de estas sesiones formativas, son frecuentes los momentos en los que las internas comparten sus vivencias, con una gran necesidad de recibir escucha.
Fruto de esta experiencia, surgió la iniciativa del Servicio de Escucha para las internas de este centro penitenciario. Pensamos que sería interesante ofrecer un espacio íntimo y confidencial, en el que poder expresar con total confianza sus problemas y recibir una escucha plena y empática.
Desde que impulsamos este Servicio hemos obtenido una acogida estupenda. Cada día contamos con internas que acuden a este espacio, movidas por varias necesidades. Quizás la más presente sea la de recibir una escucha plena, en la que no hay juicios, sino acogimiento de lo que expresan, sea esto lo que fuere. Está también presente la necesidad de compartir, de poder expresarse sin miedo a qué se va a hacer con aquello que expresen, dado que éste es un espacio personal y confidencial. Esto les permite “bajar las guardias” y poder mostrarse vulnerables en sus emociones y en aquello que está vivo en ellas. No existe la presión externa de mostrarse de una manera concreta, sino que aquí se permiten ser auténticas, sin ninguna máscara que oculte alguna de sus facetas más sensibles.
Por nuestra parte, proponemos también, junto a esa escucha plena y empática, una conexión con las necesidades implicadas en la situación que comparten, de manera que tratamos de ampliar la mirada que puedan tener sobre dicha situación, para encontrar formas alternativas para satisfacerlas. Se trata de que la persona se sienta protagonista y encuentre maneras diferentes de atender sus necesidades, opciones que sí están disponibles para ella en el contexto penitenciario.
Las necesidades que con frecuencia están afectadas y les generan frustración, tristeza, impotencia…. son la necesidad de valoración, empatía, ser tenida en cuenta, armonía y conexión auténtica.
A través de estas sesiones de escucha, las internas conectan con sus necesidades, lo que les ofrece en sí mismo una sensación de bienestar por el hecho de ofrecer un reconocimiento a ese espacio que estaba desatendido. Y en muchas ocasiones logran encontrar vías para poder atender dichas necesidades de una forma satisfactoria, dentro del contexto en el que están.
Y qué supone para nosotros estas sesiones de escucha. Abre un espacio de profunda conexión con otro ser humano, lo que nos genera un bienestar muy enriquecedor, una sensación de serenidad y plenitud. Es un espacio que nos permite atender a valiosas necesidades: de conexión, de aportación de bienestar, de sentido de lo que hacemos.
El mejor resumen de todo lo que ocurre en esas sesiones es el abrazo con el que nos despedimos de cada una de las internas cuando acaba la sesión. Un abrazo lleno de calidez, agradecimiento y presencia plena por parte de las dos.
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Jul 24, 2016 | ESCUCHA
Hace u
nos días visitamos la cárcel de hombres de Soto del Real. Pudimos conocer de primera mano una iniciativa que se ha puesto en marcha en el Módulo 2, tradicionalmente un módulo con un alto nivel de tensión.
Por impulso de varios profesionales que trabajan en dicho Módulo, se organizaron una serie de encuentros restaurativos entre internos condenados por delitos contra la salud pública (tráfico de drogas) y consumidores. El objetivo de estos encuentros restaurativos es propiciar un lugar en el que todos sus participantes son invitados a expresar, por un lado cómo han vivido el consumo de drogas y lo que ello ha supuesto en sus vidas; y por otro lo que les llevó a delinquir contra la salud pública y lo que esto ha supuesto también en sus vidas.
Los primeros encuentros tuvieron lugar hace ya algunos meses. Y han generado entre sus participantes un acercamiento que les ha llevado a desarrollar más iniciativas. Se ha propiciado entre ellos un claro sentimiento de pertenencia a un grupo en el que se perciben escuchados y tenidos en cuenta. Un espacio en el que las miradas ya no están cargadas de etiquetas, sino que son miradas que ven a la persona que vive detrás de esas etiquetas. Han dejado de ser una mula de droga, un consumidor, una persona de determinada nacionalidad u otra. Han creado un lugar en el que son mucho más que unas etiquetas que limitan y te conducen a actitudes y comportamientos esperados. Están en un lugar en el que conectan con lo más bello que vive en cada uno de nosotros, ese lugar en el que somos vistos en toda nuestra plenitud. Y cuando somos vistos en nuestra esencia, que es bella, conectamos con nuestras necesidades y nos ponemos en marcha.
Ese espacio de miradas curiosas hacia el otro, que descubre a la persona, ha actuado como resorte y ha llevado a este grupo de hombres a la acción: a iniciativa propia están interviniendo en las situaciones conflictivas que surgen en la convivencia del Módulo, actuando como mediadores espontáneos, autorizados por su trayectoria vital, logrando que el nivel de conflictividad haya bajado de forma significativa.
Otra de las iniciativas que han puesto en marcha es un proceso de acogida a los nuevos internos que ingresan en el Módulo, compartiendo con ellos las normas que facilitan la convivencia en el mismo, y acompañando en los primeros momentos a la persona recién llegada.
También han decidido cuidar el entorno en el que viven, organizando unas rutinas de limpieza que hacen que el espacio común sea más agradable.
Estos hombres, todos ellos con un pasado difícil y un presente lleno de aridez y soledad, han transformado su situación gracias a la mirada que reciben en ese espacio restaurativo que han construido entre ellos. Esta mirada les hace conectar con necesidades tan profundas como la de aportar bienestar a los demás, contribuir a la convivencia pacífica, dar apoyo y cuidar la armonía del entorno en el que viven.
La mirada que ofrecemos al otro puede ser transformadora, cuando se trata de una mirada que ve a la persona en su plenitud, más allá de los juicios y de las etiquetas, más allá del rencor y el miedo. Una mirada que conecta con la belleza del otro y que obra un efecto sorprendente: facilita también que el otro conecte con su belleza interior.
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Jul 11, 2016 | EVENTOS
PASIÓN POR EL HOMBRE
Voy a comenzar este artículo desde el lema de la asociación “Bocatas” (http://bocats.org): Pasión por el hombre. Y por sus vidas….
La asociación “Bocatas” se dedica desde hace casi veinte años a acompañar a los toxicómanos que acuden a la Cañada Real Galiana en busca de drogas. Desde su lema, “pasión por el hombre” varias personas de distintas edades entregan, cada viernes, alimentos y bebidas a los drogadictos que lo necesitan, que son muchos. Además les ofrecen cercanía y amistad, acompañamiento, mirada y escucha.
Según se lee en su propia página web, todo ello lo hacen desde el convencimiento de que ser querido por el mero hecho de ser hombre, y no por aquello que hagas o dejes de hacer, es un regalo. Ellos dicen que Bocatas es un lugar en el que nadie tiene que aparentar nada. El “yonki” no tiene que dejar de serlo, el “gitano”no tiene tampoco que dejar de serlo, y uno no tiene que dejar de lado “su mezquindad”. “Porque allí uno es querido por lo que es, independientemente de su condición y de lo que haya hecho”.
Todo lo que allí ocurre desde “Bocatas” es muy sencillo, aparcan la camioneta, sacan la comida y la bebida, y los toxicómanos que ya les conocen se van acercando a que les entreguen aquello que necesitan para seguir subsistiendo. Tienen poco más que aquello.
Resulta admirable la perseverancia y claridad de las personas que cada viernes aparcan “la normalidad de su vida” para acercarse a quienes en la sociedad “despreciamos”. Con los miembros de Bocatas acudí hace unos meses a la Cañada Real Galiana. Y no tengo más que mirarme a mi misma en los momentos antes de acercarme allí, para intuir qué es lo que en general la sociedad excluye. Cuando llegaba en coche sentía miedo por muchas cosas, por no saber si podría soportar la visión de tanto sufrimiento, por no ser capaz de llegar a ver al hombre, al ser humano que había detrás de ese aspecto dificil de los toxicómonos que se encontraban por allí..; sentía también desconfianza, inseguridad….
Pero sobre todo, sentía admiración por el trabajo que allí se hacía y la consciencia que se palpaba.
«Los bienes son limitados y deben repartirse de la manera más justa posible. El Bien, sin embargo, se puede repartir sin que sufra merma alguna», Rémi Brague. Es una cita que también aparece en la página web de Bocatas y que está en la esencia de dicha asociación.
Y aportar “bien” está igualmente en la esencia del proyecto que nosotros llevamos a cabo desde la asociación amee. Buscamos aportar a la Justicia, igual no a la Justicia ordinaria de los Juzgados y Tribunales, no a la Justicia que recogen las leyes, también muy necesaria, sino que intentamos aportar a una Justicia (más) humanizada. También desde la “Pasión por el hombre”, desde el convencimiento de que en todo ser humano existe una esencia del bien, y desde el convencimiento de que en todo ser humano existe la necesidad de aportar a los demás seres humanos.
En el proyecto de Justicia Restaurativa y Mediación Penal y Penitenciaria que estamos llevando a cabo en el Centro Penitenciario Madrid I (Mujeres) nos hemos encontrado también con muchas personas drogodependientes, o que lo fueron en otros tiempos y vienen siendo tratadas en prisión. Y también respecto de ellas hemos experimentado esa “Pasión por el hombre”.
Ha sido en concreto una mujer consumidora de drogas durante muchos años de su vida, la que se ha acercado últimamente a nosotros con la intención de llegar a un encuentro restaurativo con la víctima de su delito.
Ella ha revisado su vida, y desde la explicación y el sentido de lo que ella ha sido a lo largo de su vida y es en estos momentos, desea lanzar una mirada hacia el futuro partiendo de la petición de perdón. Ella desea pedir perdón a la mujer a la que atracó, redimir el mal que causó, repararlo y comenzar una vida diferente cuando salga de prisión.
Igual ahí, está el lugar de unión de ambos proyectos. Nosotros ofrecemos mirada y escucha a ese ser humano durante su estancia en prisión y la acompañamos en su proceso de responsabilización por el daño causado, así como en el proceso de reparación de dicho daño, y cuando ella salga de prisión, desde Bocatas pueden ayudar a su reinserción, a que le de nuevamente sentido a la vida y a que encuentre la manera de cuidarse a sí misma sin causar daño a otros.
Todo ello lo elaboramos entren ambas asociaciones en el contexto de la fiesta que Bocatas celebró en la Parroquia de San Jorge y en la que participé hablando de nuestro proyecto y de la posible generación de unión entre ambas asociaciones, pues la esencia al final es la misma. http://bocats.org/fiesta-bocatas-2016/
Jun 20, 2016 | EVENTOS
El pasado 26 de mayo de 2016 disfrutamos de un evento rebosante de pasión y armonía: un concierto benéfico en el Auditorio Nacional a cargo de jóvenes músicos de los Conservatorios Adolfo Salazar y Amaniel.
El concierto estaba impulsado por el club Rotary Madrid Serrano y unificaba tres realidades que están muy conectadas. Por un lado los Rotary, una asociación que integra profesionales de distintos ámbitos a los que les une su vocación de propiciar proyectos con un claro factor social. Uno de los pilares de sus actividades es el impulso de la paz a través de proyectos que vayan orientados a reducir la conflictividad en diversos escenarios.
Por otro lado está nuestra asociación, AMEE (Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha). Nuestro objetivo es generar encuentros restaurativos en el ámbito penitenciario, y para ello estamos desarrollando formaciones basadas en el modelo de Marshall Rosenberg (Comunicación NoViolenta), y procesos de mediación penal y penitenciaria.
Y el tercer componente de esta experiencia son los jóvenes músicos de los Conservatorios Adolfo Salazar y Amaniel. Es posible que sean jóvenes en edad, pero estos músicos son grandes en vocación, en entrega y disfrute de la música. Ellos nos han transmitido toda una gama de emociones con sus interpretaciones, que integraron lo clásico con lo actual.
Esta conjunción de vocaciones hizo posible una tarde mágica, en la que disfrutamos de una misma intención, generar una convivencia de más calidad a nuestro alrededor. Y a esa intención le pusieron luz, color y toda una gama de sabores musicales estos grandes músicos.
Gracias a todos los que han hecho posible este evento. Gracias a quienes habéis asistido y habéis compartido una tarde especial. Gracias a quienes dais sentido a este concierto, por ofrecernos un lugar dónde compartir e impulsar esa premisa de Marshall Rosenberg que dice: Lo tuyo y lo mío es posible.
A partir de mañana seguiremos transportando esta música a quienes no han podido disfrutar de ella en directo, pero que la saborearán en cada una de las iniciativas que seguimos impulsando.
¡Qué suene la música!
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Jun 9, 2016 | AMEE
Os saludo a todos. Mi nombre es Pilar González Rivero y soy la Presidenta de la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE).
En los carteles de AMEE que preparamos para el concierto del 26 de mayo de 2016 en la sala sinfónica del auditorio nacional aparecía una frase que nos inspira: “Encuentros que restauran”.
¿Habéis tenido alguna vez algún encuentro que os haya restaurado (el alma)? ¿Habéis tenido algún encuentro que os haya sanado?
En ocasiones los encuentros que restauran el alma provienen de situaciones de dolor, de dificultad, de incomprensión y de conflicto. Aunque otras veces no…
Si nos paramos a pensar unos segundos en las cualidades que podría tener un encuentro que restaura, que sana, probablemente diríamos cosas como que sentimos comprensión, escucha, empatía, mirada profunda a lo que sentimos y a lo que somos….
A la vez, cuando no nos paramos a hacer ese ejercicio consciente de comprensión, escucha y empatía, los actos y las expresiones de las personas nos pueden llevar a no comprenderle, a juzgarle y a distanciarnos, a perder la confianza, tanto en ese ser humano, como en el ser humano en general.
Yo tuve un encuentro difícil hace años. Por aquel entonces actuaba como magistrada en la Audiencia Provincial de Madrid y tuve que juzgar a cuatro personas como autores de unos hechos que conllevaron mucho sufrimiento en sus víctimas. Fue tanta la maldad que veía en lo externo de los actos de aquellas personas, tanta mi incomprensión, que me desestabilizó internamente…. Más adelante y gracias al acompañamiento de varias personas, esa inestabilidad se convirtió en búsqueda….
Busqué comprender qué había llevado a aquellas personas a cometer aquellos hechos. Necesitaba redescubrir su humanidad a través de comprender los motivos que les llevaron a actuar de aquella manera. Intuía que mirando las necesidades vitales que aquellas personas habían intentado colmar a través de su comportamiento, me ayudaría a comprenderles y a seguir viendo su humanidad y belleza…. Todo ello sin justificar sus hechos… Probablemente para mostrármelo a mí misma, para mostrárselo a ellos, si lo hubieran deseado escuchar, y para mostrárselo a las víctimas de sus delitos. Nada de eso ocurrió en la realidad, pero sí que me llevó a querer poner ahí mi energía….
Y de dicho impulso y del impuso de todas las personas que configuramos la asociación, que creemos y experimentamos el poder del encuentro humano y de la escucha verdadera, nace el proyecto de mediación de la asociación.
Como asociación nacemos y nos desarrollamos como un grupo de personas que durante años veníamos formándonos en el método de Comunicación NoViolenta del doctor en Psicología Marshall Rosenberg (fundador del Center for Non Violent Comunication), así como en Círculos Restaurativos (como herramienta derivada de la Comunicación NoViolenta) de Dominic Barter (mediador que interviene en las favelas de Brasil desde hace más de 20 años). En concreto, todo comienza en un taller de padres al que seguimos acudiendo muchos de nosotros. Nos vamos configurando como grupo en la elaboración de un proyecto de escucha a personas que necesitan ser acompañadas en la vivencia de un conflicto presente en sus vidas. Y de ahí, de ese grupo de personas ya muy hecho, nace la asociación.
Los ámbitos en los que nos hemos centrado para desarrollar los “Encuentros que restauran” son el ámbito penal y penitenciario. En concreto, desarrollamos nuestro proyecto de Justicia Restaurativa y Mediación en el Centro Penitenciario Madrid I (Mujeres). Si deseáis saber más de los servicios concretos de mediación que ofrecemos y de nuestra metodología, lo podéis ver en la página web www.asociacionamee.org.
Gracias a cada uno de los miembros de AMEE que hacemos posible este proyecto. Gracias a las personas que nos ayudan desde (muy) cerca para que nosotros podamos aportar a este proyecto.
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