Diario La Ley, Nº 9240, Sección Tribuna, 17 de Julio de 2018, Editorial Wolters Kluwer
Normativa comentada
La autora nos habla de un programa de Justicia Restaurativa en un Centro de Inserción Social, destinado a personas que cumplen su pena en régimen abierto o que se encuentran en un proceso avanzado de reinserción. Muchas veces se escucha la preocupación social por la salida de prisión de las personas que han delinquido. Este proceso de responsabilización y de reparación de quien ha cometido un delito puede ayudar tanto a la víctima, como a la sociedad a sanar la herida que causó el delito. Y ello, en concreto en esta fase de semilibertad, en ese proceso de reinserción concreta. La víctima puede en ese proceso también recuperar su confianza (en el ser humano) y la sociedad sentirse reparada y confiada en que la norma sigue encontrándose vigente.
Escribo nuevamente sobre Justicia Restaurativa. Esta vez sobre el proyecto que denominamos de «Encuentros Restaurativos». El mencionado proyecto lo venimos desarrollando en la fase de ejecución del proceso penal.
Durante la fase de ejecución de la pena privativa de libertad que el autor de un hecho delictivo tiene que cumplir, puede haber, a su vez, varias etapas, y el cumplimiento de la pena privativa de libertad puede cumplirse de diferentes maneras y en distintos lugares.
La Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE) comenzó desarrollando el programa de Justicia Restaurativa y de «Encuentros Restaurativos» en el Centro Penitenciario de Madrid I (Mujeres), esto es, durante la fase de privación de libertad de la persona penada.
Recientemente hemos comenzado a desarrollar el mencionado programa de Justicia Restaurativa en el Centro de Inserción Social (en adelante CIS) «Josefina Aldecoa», en Navalcarnero. Y ello, pues tras la salida de prisión de una de las mujeres con la que habíamos trabajado durante casi dos años en su proceso interno de responsabilización por el delito cometido y de reparación del daño causado, deseábamos seguir acompañándola en su proceso de reparación que se concluiría desde el CIS al que iba a ser trasladada. En ese marco vimos la posibilidad y necesidad de ofrecer el mencionado programa a aquellas personas residentes del CIS que se encontraban en la fase de reinserción personal y social.
Los CIS están destinados a personas que cumplen su pena en régimen abierto o que se encuentran en proceso avanzado de reinserción
Los CIS están destinados a personas que cumplen su pena en régimen abierto o que se encuentran en un proceso avanzado de reinserción, que están en situación de libertad condicional o cumplen medidas alternativas a la pena, como los trabajos en beneficio de la comunidad. Se gestionan por tanto, desde estos centros, una pluralidad de modalidades, formas y fases de condenas que requieren medios de control y seguimiento idóneos.
Son establecimientos penitenciarios destinados al cumplimiento tanto de las penas privativas de libertad en régimen abierto, como de las penas no privativas de libertad establecidas en la legislación vigente y cuya ejecución se atribuye a la Administración Penitenciaria. Así mismo, se realiza desde los CIS el seguimiento de los liberados condicionales.
Los CIS surgen para contribuir al cumplimiento del mandato constitucional que establece la orientación de las penas privativas de libertad hacia la reeducación y reinserción social, desarrollado en el vigente Reglamento Penitenciario (R.D. 190/1996), art. 163 (LA LEY 664/1996) y 164 (LA LEY 664/1996). Su actividad va encaminada a facilitar la inserción social y familiar de los internos, contrarrestando los efectos nocivos del internamiento y favoreciendo los vínculos sociales.
Por ello, los CIS aparecen como un modelo de establecimiento para régimen abierto, con el que se pretende lograr una convivencia normal de toda colectividad, fomentando la responsabilidad y la ausencia de controles rígidos que contradigan la confianza que inspira su funcionamiento.
El objetivo del CIS es potenciar mediante actividades y programas de tratamiento la incorporación de las personas penadas al medio social «normalizado», intentando de esta manera contrarrestar los efectos nocivos del internamiento clásico en favor de un tipo de cumplimiento que favorece el vínculo social con su comunidad.
El área tratamental es un área prioritaria, dejando en un segundo plano la seguridad y la parte regimental. El funcionamiento se basará en el principio de confianza y la voluntariedad de los residentes en el CIS de aceptar los programas de tratamiento que estarán basados principalmente en cumplir con sus compromisos laborales y tratamientos terapeúticos fuera del establecimiento.
Los principios rectores de su actividad son:
- Integración, facilitando la participación plena del interno en la vida familiar, social y laboral y proporcionando la atención que precise a través de los servicios generales buscando su inserción en el entorno familiar y social adecuado.
- Coordinación, con cuantos organismos e instituciones públicas y privadas actúen en la atención y reinserción de los internos, prestando especial atención a la utilización de los recursos sociales externos, particularmente en materia de sanidad, educación, acción formativa y trabajo.
Como parte de ese proceso de reinserción, se considera por la Institución Penitenciaria, y por nosotros como Asociación, que para que la reinserción en la sociedad sea real y completa, la persona que ha cometido el delito debe responsabilizarse del delito cometido, ser consciente del daño que ha causado, así como reparar dicho daño, tanto a la víctima concreta, como al resto de la sociedad.
Nosotros creemos que ello sólo es realmente posible desde un lugar de comprensión y acogida de la persona, por más que se haya «equivocado». Sólo desde la mirada de acogida de la persona hacía sí misma, hacia su vida, su historia, sus aciertos y equivocaciones, es posible transformar internamente su manera de estar en el mundo.
Y en ese momento del cumplimiento penitenciario de las penas impuestas en sentencia por el delito cometido, en este momento de su cumplimiento en semi libertad, nosotros como Asociación les acompañamos en el proceso de hacerse cargo de sus vidas, y en concreto, de la parte más «oscura» de las mismas, que es el delito que han cometido.
Es un momento especialmente difícil para ellos, pues hay muchos sentimientos encontrados, la alegría de estar ya en (semi) libertad, y, por otro lado, el miedo íntimo a ser capaces de reinsertarse en esa sociedad.
Les da miedo volver a fracasar, les da miedo no tener la fortaleza necesaria para transformar sus vidas, la anterior a su ingreso en prisión, y tienen miedo de no ser capaces de reinsertarse con normalidad en su entorno familiar, laboral y social.
Hasta que no se tiene ocasión de conocer de cerca a personas que cumplen condenas privativas de libertad, se tiende a pensar que los reos de delitos son personas frías, que sistemáticamente justifican el delito cometido, responsabilizando de lo que han hecho a la sociedad o al «sistema». Personas que en su frialdad puedan rayar la psicopatía en su falta de empatía con la realidad, con el dolor que han causado. Desde nuestro trabajo en prisión, si bien al inicio del trato con ellos pueden darse este tipo de actitudes de autojustificación e incluso de frialdad, a poco que se trabaje con los internos confiando en su capacidad e inspirándoles confianza, podemos afirmar sin ambages que una mayoría de las personas que cumplen condenas privativas de libertad están ávidas de escucha y de perdón. Necesitan rehabilitarse frente a sí mismas por el delito. No se reconocen en el delito que han cometido. Piensan que toda su vida se derrumbó por un momento de flaqueza, por un momento de inconsciencia, acaso por un momento de dolor extremo que les llevó a hacer lo que en circunstancias normales nunca habrían siquiera concebido hacer. O acaso por un tiempo oscuro en sus vidas, más o menos largo, plagado de necesidades no satisfechas que acumularon enorme frustración y condujeron en última instancia a la comisión del delito o la práctica delictiva más o menos sistemática. Y a partir de ahí, una vez son detenidos, juzgados y condenados, todo a su alrededor les identifica con el delito que cometieron. Dejan de ser Manuel, Cristina o Juan; y se convierten en aquel que robó, en la que agredió con un cuchillo o en aquel que dio el pelotazo como mulero en un viaje internacional. No. Muchos de ellos (en realidad, casi todos ellos) no se identifican con aquello y necesitan recuperar su nombre. Volver a ser llamados Manuel, Cristina y Juan. Sin más etiqueta. Necesitan un espacio donde recuperar primero su nombre, su valor, tras años de estar aplastados por la culpa y por el juicio propio y ajeno. Y una vez se les da ese espacio comienzan a ocurrir cosas. Porque en todos ellos hay un poso de humanidad que necesita volver a sentirse valioso/a, digno de amor y de respeto. Este proceso abre en sus corazones una brecha que se va haciendo cada vez más grande, hasta que se desmorona por completo cualquier atisbo de justificación de lo que un día hicieron, su argumentario defensivo y se enfrentan a esa verdad palpitante en su corazón que es pura necesidad de volver a verse dignos, humanos y merecedores de una mirada sin juicio, además de reparar el daño que causaron.
Y ahí está AMEE, tratando de encender con paciencia ese fugo interior que será el verdadero motor del cambio en las personas. Con la paciencia del que enciende un fuego a mano, haciendo girar un palo sobre una madera, sabiendo que cada giro no aporta nada en apariencia, pero sabiendo que la constancia acaba encendiendo siempre (o casi siempre) una llama que todo lo cambia.
Desde la asociación AMEE acompañamos a aquellos residentes del CIS de Navalcarnero, que tras un proceso interno de responsabilización, deciden hacerse cargo del delito cometido frente a otros, hablar en alto de ello, no seguir ocultándose y engañándose a sí mismo y a los demás. Como parte de ese proceso interior, desean también responsabilizarse del delito cometido ante la víctima concreta. También desean reparar a la víctima y a la sociedad. A la víctima de la manera concreta que entre ambos acuerden, más allá de a través del pago de la responsabilidad civil derivada del delito cometido. A la sociedad, a quien también consideran víctima indirecta del delito cometido, con trabajo de voluntariado con distintas entidades sociales y ONGs. Creemos que todo ese proceso de reparación interior y exterior puede ser un motor importante para desasirse del miedo….confiar en sí mismos y salir al mundo con fortaleza.
Muchas veces se escucha la preocupación social por la salida de prisión de las personas que han delinquido. Creemos que este proceso de responsabilización y de reparación de quien ha cometido un delito puede ayudar tanto a la víctima, como a la sociedad a sanar la herida que causó el delito. Y ello, en concreto en esta fase de semilibertad, en ese proceso de reinserción concreta. La víctima puede en ese proceso también recuperar su confianza (en el ser humano) y la sociedad sentirse reparada y confiada en que la norma sigue encontrándose vigente.
Y somos testigos de que aquellos internos que realizan este viaje con nosotros y viven la fuerza transformadora de este cambio, aborrecen el delito. Ellos, acaso solo ellos, saben que nunca más volverá a ocurrir.
Pilar GONZÁLEZ RIVERO
Presidenta de la Asociación para la Mediación, el Encuentro y la Escucha (AMEE)
Jurista y mediadora
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